domingo, noviembre 21, 2010

Décimo


Entierro mi cabeza llena de mercurio 
en la totalidad de tu grito
de tu reclamo hacinado, 
descolorido, desorientado, injusto,
entierro mi voz llena cristales rotos 
en la sombra opuesta del frío nórtico que es tu silencio
y que es mi arrinconamiento, 
mi cubil, mi parapeto, mi gabardina.

Deshilvano solitario y en segundo piso
la histeria fúnebre de mi alegría
De mi domingo sabático,
de mi encuentro lejano de ningún tipo
De mi divagación subterránea a veces 
y sideral otras mas
Y vuelvo a enterrar mi epitelio cansado 
debajo de una ola inmensa 
de alegorías catárticas,
reencarnadas en la miseria activa de un verso 
inescrutable, indecible, irreconciliable.

Me sumerjo en el abismo invertido e indeciso de mis destinos, 
me ahogo de futuros recordados por mi inocencia original,
recargada de antonimia falaz,
de esperanza acalambrada,
de iniciativa retórica de cuarzo, de dos de la mañana,
cuando mas extraño la epiléptica risa 
del amanecer.

Y buceo desesperadamente en el cubo mágico
de los desaires inútiles de tus flores,
de tu naturaleza tan estudiada
de tu mesa no cuadriculada,
Amapola de vidrio opaco casual frente a mi portal,
que es mi ventana enrejada a tu mas allá de dos de la mañana.

Y ahora que buscas de mi?
mi tempestad radical de huracanada soledad?
O mi espantosidad silenciosa 
de números imaginarios?
O seguramente, ya se! 
Mi telúrico no se que, 
que combato a diario, con las alarmas de mi despertar.

Es que aun quieres algo mas de mi?
Pues te doy mi frontera de panteón gigante y desconocido
De terciopelo incoloro de desden
Al que renuncio cuando le arrebato la brisa asesina
 a mi descansar.

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